Hace mucho tiempo atrás cuando todavía Jesús estaba desarrollando su Ministerio aquí en la tierra, tuvo un encuentro poco casual con un hombre que lo visitó durante una noche, debido a su temor del que dirán de sus conocidos. El nombre de este hombre era Nicodemo (Juan 3), la razón principal de su visita al Maestro de Galilea era la búsqueda de algunas respuestas a sus inquietudes: La respuesta que le dio Jesús todavía resuena en los corazones de muchas personas: “Es necesario nacer de nuevo”. Desde ese momento se dio por entendido que para que la humanidad pudiera restablecer el camino hacia su Creador, roto debido al pecado, no se requería de “Religiones” (de hecho Nicodemo era principal de la Religión judaica) sino de comenzar una “nueva Vida”, la cual se basa en una relación personal e intima con el único Salvador del Mundo: Jesucristo.
Esta nueva vida tiene su inicio desde nuestro interior impactando de manera integral a nuestro espíritu (esta parte no la entendió Nicodemo), y desde allí se comienza expandir hasta afectar incluso nuestra vida exterior o física. Para que esta vida se genere en nosotros Dios coloca en nuestro sistema de vida un elemento imprescindible para la subsistencia espiritual: La Fe. Luego ocurre un hecho milagroso en nuestra vida: Efesios 1:13 “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”. Somos dotados del Espíritu Santo de Dios el cual se encargara de proveer los recursos necesarios para que esta nueva vida se desarrolle de manera normal y crezca hasta la medida del propio Jesucristo, quien se convierte en el modelo que nos sirve de medida en nuestro crecimiento. Efesios 4:13 “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.
Esta nueva vida espiritual se asemeja mucho al comienzo de nuestra vida física, cuando nacimos en este mundo. Espiritualmente nacemos como niños, es decir, inmaduros. En esta etapa deseamos la leche como un instinto natural, recordemos como de bebes llorábamos y formábamos berrinches para reclamar de nuestros padres la constante alimentación (el tetero); 1 Pedro 2:2 “desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación”. Y en nuestra nueva vida en Cristo es una buena señal el desear el alimento espiritual pues este nos llevará al crecimiento saludable. Una vez que vemos nuestra necesidad de la Palabra de Dios y empezamos a hallar nutrición en Cristo, nuestro apetito aumentará y empezaremos a madurar con la ayuda del Espíritu Santo. Filipenses 1:6: “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”.
Como todos los seres humanos no creemos en Cristo de forma simultanea es por esto que no “nacemos de nuevo” al mismo tiempo. Esta es la razón por la cual en la Iglesia conseguimos cristianos de todas las edades espiritualmente hablando. Para aclarar mejor esta idea podemos decir que en el pueblo de Dios siempre conseguiremos dos tipos de vida espiritual: Los fuertes y los débiles (supuestamente en crecimiento).
* Los Cristianos Fuertes son esos que vemos viviendo siempre en medio de una inmensa paz (aunque estén pasando por fuertes crisis) y un gozo inagotable (lo exteriorizan a través de sus palabras, gestos, rostro). Llevan una vida de testimonio dondequiera que se encuentran, por lo que su conducta es la mejor manera de proclamar a Cristo, no se avergüenzan del evangelio (aprenden a sobrellevar las burlas del mundo). No se quedan en palabras solamente, pues su relación intima con el Salvador los lleva a proyectar el amor de Dios en todas las personas (especialmente a los de la misma Fe) a través de obras, acciones y hechos concretos. Una vez fueron débiles, pero se ocuparon de su propio crecimiento procurando la Palabra sazonada, y de mantener viva la amistad personal con Cristo por lo que ahora manifiestan una madurez y fortaleza espiritual. 1 Corintios 13:11 “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño”.
La Biblia, la Palabra de Dios nos exhorta a que nos ocupemos de nuestro propio crecimiento:
* Colosenses 1:10 “para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios”.
* 2 Tesalonicenses 1:3 “Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás”.
Los Cristianos débiles son aquellos que normalmente tienen poco tiempo de convertidos (algunos estudiosos de la Biblia y Pastores opinan que el tiempo de duración de un cristiano débil debería ser de dos a tres años). En ellos el conocimiento de Dios todavía no está bien desarrollado (aunque debería estar en franco crecimiento), por eso su carácter es frágil, se desanima con facilidad especialmente ante las pruebas y sobre todo tienen un mayor grado visualización en lo físico, por eso cuando van a las reuniones de la Iglesia en lugar de fijar los ojos en Cristo los ponen sobre las personas, y como consecuencia terminan siendo afectados por las conductas de los demás hermanos: “que si no me saludan, que si me ignoran, que si los demás están peor espiritualmente hablando que yo…”. Son muchos los que es esta etapa de la vida cristiana se van de la Iglesia antes de lograr su madures. En estos casos es cuando se requiere de la acción de los Cristianos Fuertes como ejemplo para sostener y ayudar a los débiles:
* Romanos 15:1-2 “Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación”.
* 1 Tesalonicenses 5:14 “También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos”.
El verdadero problema de los cristianos débiles es cuando pasa el tiempo y nos quedamos enanos espirituales. Son muchos los Hermanos que vemos en algunas Iglesias que tienen unos cuantos años de convertidos, pero todavía se encuentran viviendo una vida de kinder. Las razones de este fenómeno pueden ser muchas, pero para mencionar las más relevantes tendríamos que incluir las siguientes:
- Tratan de llegar a Dios convirtiendo al evangelio en una religión, cumpliendo solamente con ciertas liturgias o costumbres de culto.
- Hacer dieta bíblica, solamente devocionales Light al día.
- Una pobre vida de oración, nos aprendemos una serie de oraciones modelo (Casi rezos) donde casi nos limitamos a pedir a Dios sobre nuestras necesidades.
- Intentamos tratar con dos señores, por un lado tratamos de seguir a Jesús y por el otro seguimos las corrientes de este mundo.
- Poca relación con personas de la misma fe y por el contrario establecemos fuertes vínculos con los de la oscuridad.
La Palabra de Dios nos exhorta a ocuparnos de nuestro crecimiento, pues aunque tengamos al Espíritu Santo en nuestro interior, es responsabilidad de nosotros el avivar la manifestación del mismo en nuestra vida. 2 Timoteo 1:6 “Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos”.
Veamos lo que nos dice el Señor por medio de su Palabra:
Hebreos 5:11-14 “Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír. Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal”.
1 Corintios 3:1 “De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo”.
1 Corintios 14:20 “Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar”.
Todo lo anterior nos lleva a realizarnos una pregunta a nosotros mismos: ¿A que grupo de cristianos pertenezco yo? ¿A los débiles o a los fuertes? Para respondernos tenemos que analizar todas nuestras conductas, sobre todo las que nos relacionan con los demás, así podremos determinar cuan fuerte o cuan débiles estamos:
A los fuertes todavía nos falta mucho para llegar a la estatura de Cristo, por lo que no podemos parar nuestro crecimiento mientras ayudamos a los menos fuertes.
A los débiles la Biblia nos exhorta a seguir el ejemplo de Cristo mirando a través de los más fuertes. Filipenses 3:17 “Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros”. No nos podemos quedar pasmados o enanos espirituales, pues corremos el riesgo de contraer enfermedades espirituales y acortar nuestra vida en el Señor.
Es por esa razón que te invito a fortalecerte en Cristo, quien es el que nos da las fuerzas y tomar como grito de batalla el mismo que Jehová nuestro Dios le comunicó al Profeta Joel: Joel 3:10 “Forjad espadas de vuestros azadones, lanzas de vuestras hoces; diga el débil: Fuerte soy”.
Que Dios te Bendiga!
Por Enoc Portillo
lunes, 16 de agosto de 2010
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