martes, 20 de abril de 2010

Creciendo Fuerte y Sano.

Debido al natural instinto de conservación, la mayoría de las personas vivimos preocupados por cuidar nuestra salud y apariencia física, el Dios creador nos diseñó con un mínimo de requerimientos de mantenimiento, entre los que se encuentra la necesidad de alimentación: un aspecto ineludible en la vida de todos los seres vivos: Comer. Debido a esto, Dios se encargo de suministrarnos a través de la naturaleza de los elementos apropiados para la obtención de los alimentos específicos para la alimentación de la raza humana: Frutas, legumbres, hortalizas, cereales y aunque parezca increíble: también carnes, aves y pescados. De igual manera proveyó los medios para la obtención de las bebidas: principalmente Agua y jugos naturales.

Debido a los hábitos alimenticios en el comienzo de la humanidad, la gente se levantaba generación tras generación conservando un adecuado estado de salud, razón por la cual, antiguamente las personas duraban hasta los novecientos años. (Génesis 5:27: “Fueron, pues, todos los días de Matusalén novecientos sesenta y nueve años; y murió”). Pero lamentablemente con el correr de los años la necesidad de Alimentación se convirtió en un negocio, por lo cual se comenzaron a industrializar los alimentos para obtenerlos en masa. Cuando Dios les suministraba el Maná al pueblo de Israel en el desierto, llama la atención el hecho de que les indicó que no guardaran provisión para el otro día (Éxodo 16:19 “Y les dijo Moisés: Ninguno deje nada de ello para mañana…” 21 “Y lo recogían cada mañana, cada uno según lo que había de comer; y luego que el sol calentaba, se derretía”. Pero cuando se inventaron los aparatos refrigeradores (neveras o frigoríficos) entonces apareció la posibilidad de guardar los alimentos para el futuro, entonces se comenzaron a utilizar diferentes componentes químicos para la conservación de los alimentos, aparecieron así los enlatados, la comida deshidratada, la comida instantánea, la comida Light, en fin la comida “chatarra”. Como consecuencia, ahora no comemos para nutrirnos, sino para responder a criterios publicitarios, de moda o costumbres y en especial debido a un vertiginoso ritmo de vida actual, necesitamos comer de una manera rápida.

Es por esto que en la actualidad la humanidad enfrenta unos de sus mas grandes problemas: La Salud, la cual se ha ido degradando dando entrada a distintas enfermedades relacionadas con la intoxicación del sistema digestivo lo cual repercute en todos los demás sistemas de funcionamiento biológico.

De igual manera ha sucedido en el área espiritual, luego de nuestro “segundo nacimiento” (Juan 3:3) comienza una verdadera necesidad de alimentación espiritual:
1 Corintios 10 nos muestra esta realidad en los siguientes versos:
“1 Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; 2 y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, 3 y todos comieron el mismo alimento espiritual, 4 y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo”.

Esto nos indica que la fuente de la alimentación espiritual para nuestro crecimiento y fortaleza se haya en Jesucristo y se expresa a través de la Palabra de Dios: (Mateo 4:4: “Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.)

Mucho se ha dicho a partir de la declaración de Jesús en Juan 5:39: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí;” por lo que ya es más que sabido que se trata más que una sugerencia en una especie de mandato, por que como Cristianos es necesario que enfrentemos el proceso de “crecimiento”, pues como el Apóstol Pablo les escribió a los Efesios para instarlos a crecer tomando como modelo referencial a la estatura de la plenitud de Cristo. (Efesios 4:13: “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;”).

La mejor prueba de este “crecimiento espiritual” la evidenciamos a medida que vamos experimentando cambios de conducta en nuestra persona que nos conducen a superar nuestros problemas con el pecado, pues a medida que crecemos alcanzamos mayor victoria sobre el pecado. A medida que internalizamos las Sagradas Escrituras en nuestra vida, entonces comenzamos a brillar y a vivir verdaderamente en el Espíritu, es decir, en la voluntad de Dios.

Una Importante declaración que nos expone la importancia de la Palabra de Dios en nuestra vida la encontramos en el Salmo 119 en los siguientes versos:
4 “Tú encargaste Que sean muy guardados tus mandamientos. Ojalá fuesen ordenados mis caminos para guardar tus estatutos!”
6 “Entonces no sería yo avergonzado, Cuando atendiese a todos tus mandamientos.”
7 “Te alabaré con rectitud de corazón Cuando aprendiere tus justos juicios.”
8 “Tus estatutos guardaré; No me dejes enteramente.”
9 “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra.”
10 “Con todo mi corazón te he buscado; No me dejes desviarme de tus mandamientos.”
11 “En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti.”
12 “Bendito tú, oh Jehová; Enséñame tus estatutos.”

Lamentablemente, muy a pesar de estas palabras del Salmista, hoy en día los cristianos insistimos en vivir también la vida espiritual con una “alimentación Light” y aumentando el consumo de la “comida chatarra” que nos ofrece el mundo. Hoy en día es difícil hallar el celo y el anhelo por la Palabra de Dios. Los jóvenes y los no tan jóvenes llenan su vida de cosas del mundo: modas, cine, televisión, videojuegos, “Internet”, farándula, noticias, política, deportes, puro esparcimiento, otros se meten de lleno en su trabajo o estudio y la vida religiosa se resume a unos minutos los domingos medio escuchando los sermones y los estudios bíblicos que todavía quedan, pues otro de los signos de la actualidad es que ya ni en las iglesias se ocupan de estudiar la Biblia.

Se siente una verdadera impotencia al advertir a los cristianos de hoy en día sobre la búsqueda de una verdadera alimentación espiritual basada en las Sagradas Escrituras. Pues pareciera que no fuera con ellos, no se percibe el mínimo interés por busca el pan de Dios, en verdad, a veces provoca darles con un palo por la cabeza a ver si reaccionan, me imagino la indignación del mismo Dios al ver la indiferencia que su pueblo tiene por buscar de su Palabra.

La consecuencia más grande de esta mala alimentación es que observamos a cristianos raquíticos con los síntomas de una enfermedad conocida como “falta de santidad”, esto hace que caminemos en este mundo exhibiendo una pobre integridad, y viviendo de puro emocionalismo. Por eso experimentamos un vacío inmenso en materia de liderazgo en la obra del Señor: No hay con quien contar, pues ha pesar de que hay personas con muchos años en la iglesia, sus vidas espirituales todavía están en la infancia: Hebreos 5:12: “Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido”.

Hoy, que ya estamos viviendo lo que la Biblia declara como tiempos difíciles, todo evidencia que la venida del Señor es inminente, mas que nunca se requiere urgentemente que nos sensibilicemos en la necesidad de fortalecernos espiritualmente por medio de las Sagradas Escrituras: La Biblia, pues el Señor sigue llamando a su pueblo (una Iglesia sin manchas ni arrugas) a servirle con santidad e integridad en la tarea de llevar su mensaje de salvación a las naciones. (Hebreos 5:14: “pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal”.)

Recuerda: Lucas 21:33: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”.

Comencemos entonces desde hoy mismo (no esperes al siguiente lunes) a tomar una verdadera dieta espiritual. Que Dios te bendiga.

Por Enoc Portillo.

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