Una de las características humanas que más experimentamos la mayoría de las personas tiene que ver con el deseo de ser tomado en cuenta, y la necesidad de ser reconocido, nos gusta figurar y sentirnos por arriba de muchos otros. Este tipo de conductas termina en cierta medida aumentando en nosotros sentimientos de egoísmo, los celos y la envidia, por lo que en ocasiones termina arruinando las buenas relaciones en las familias, trabajos, casas de estudios y hasta en la iglesia.
Uno de los problemas más difíciles que enfrenta la Iglesia actual es que se han burocratizado la mayoría de los Ministerios que desarrollan creando una estructura jerárquica al estilo empresarial o de las organizaciones del mundo. Ahora se habla de Comités, Juntas directivas, Presidencias, Directores, etc. Mi intención no es establecer que es malo organizar el trabajo a través de estos niveles de organigrama, el problema es que muchas veces algunos Hermanos al llegar a ocupar esos “Cargos” se llegan a sentir más Espirituales y hasta en una jerarquía superior al resto de la Iglesia. Otros al ser excluidos de la Estructura organizacional se sienten relegados y no tomados en cuenta, por lo que terminan desanimados o con celos hacia los que son nombrados en los cargos.
Cuando acudimos a la Palabra de Dios nos encontramos que se refiere a la Iglesia como un cuerpo formado por todos los miembros que pertenecen a ella los cuales cumplimos funciones diferentes. 1 Corintios 12:12 “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo”. 1 Corintios 12:27 “Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular”.
Y la única jerarquía válida en este cuerpo es su Cabeza, es decir Cristo mismo: Efesios 5:23 “…así como Cristo es cabeza de la Iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador”.
Si Cristo es la única jerarquía superior, entonces los miembros del cuerpo pasamos a ser simples Siervos: Romanos 6:22 “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos Siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna”. Y como Siervos nuestra principal función es Proclamar a Jesucristo a través de nuestro trabajo: 2 Corintios 4:5 “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros Siervos por amor de Jesús”.
Antes de continuar quisiera presentar la definición de la palabra Siervo:
1.- Esclavo de un señor.
2.- Persona sometida totalmente a la autoridad de otra o de alguna cosa.
De acuerdo al Diccionario Bíblico:
Alguien que presta servicios, voluntaria o involuntariamente, a otra persona o a alguien con la que de alguna manera tiene relación de dependencia.
Al ver que estos conceptos hablan de Esclavitud, sometimiento o dependencia a una persona, no nos suena muy atractiva la función de Siervos, pero en el caso de la Iglesia todos venimos a ser Siervos de Jesús lo cual convierte esta posición en la más privilegiada del universo.
Así pues, como siervos del Señor todos hemos sido llamados por El para cumplir una misión dentro de su Iglesia. Podemos ver entonces que no se trata de comités, de consistorios, de juntas, de elecciones, etc., sino que todos siendo siervos hemos sido llamados a cumplir un trabajo específico en la Iglesia, para lo cual se nos repartió dones y capacidades especiales que nos permiten llevar a cabo nuestra función.
A través de la Parábola de los Talentos (Mateo 25:14-30) también descubrimos que los siervos se pueden dividir en buenos y malos, y esta clasificación dependerá en nuestro desempeño como siervos y de la manera como ministramos los talentos o dones que el Señor nos otorgo, es decir, los siervos buenos son los que le producen ganancias y los malos siervos los que no hacen nada.
Quisiera referirme a los Siervos Buenos y fieles presentando algunos de los aspectos importantes que los caracterizan. Un cuerpo (La Iglesia) no puede desarrollarse correctamente si algún miembro no esta funcionando dentro del cuerpo. Para poder ministrarnos (servirnos) los unos a los otros necesitamos aprender la humildad, no ser egoístas, no confiar en nuestra propia fuerza, es necesario venir a Cristo y crucificar nuestra propia vida y aprender de la humildad de El: Efesios 4:1-3 “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”.
Nuestro trabajo como Siervos del Señor no depende de nuestra preparación en el intelecto, fuerza, o habilidad, si no que es por la Gracia del Señor: Efesios 4:7 “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo”. Así que solo podremos desarrollar el don de Dios, si dejamos que su voluntad este en nosotros sin tratar de imponer nuestra propia voluntad. Por lo tanto necesitamos ser constantes en su Palabra, en la oración y en la comunión con su Espíritu para alcanzar este don en nuestra vida.
Es necesario que como Siervos todos nos esforcemos en crecer juntos en una misma cosa, haciendo a un lado nuestra naturaleza humana y buscando la voluntad de Dios. El puede guardar nuestra vida, casa e Iglesia en paz: 1 Corintios 1:10 “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer”.
Lo que Cristo quiere no es convertir la iglesia en una Organización Mundial sino que aprendamos a caminar juntos en un mismo espíritu. Esta debería ser nuestra prioridad para poder desarrollarnos dentro de la iglesia, si en verdad queremos desarrollar los dones que Dios nos ha dado, tenemos que caminar en humildad y mansedumbre, no sintiendo que alguno es mayor que otro, pues todos somos Siervos. Veamos lo que dice la Palabra:
- Marcos 10:42-44 “Mas Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos”.
- Lucas 22:24-27 “Hubo también entre ellos una disputa sobre quién de ellos sería el mayor. Pero él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve”.
Así que dentro de la Iglesia ninguno es mayor que otros porque solamente Jesucristo tiene potestad en nosotros. El titulo o cargo dentro de la Iglesia no es lo importante, sino nuestra relación en nuestra vida con Dios. Por lo tanto debemos funcionar en la gracia de Dios de la cual nos ha dotado a todos sus siervos, así que no sigamos resistiendo al Espíritu de Dios.
Otro aspecto que debe caracterizar al buen Siervo de Cristo debe ser su actitud y compromiso con la obra del Señor. Por lo regular en la mayoría de las Iglesias se encuentra una minoría encargada de todo el trabajo en contraposición a la mayoría que se mantiene pasiva (jugando banca), no se involucra por que no quieren tener problemas, es por esto que el trabajo en la obra se torna pesado y arduo como dice la Palabra (Mateo 9:37 “Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos”). Entonces los pocos siervos que asumen el trabajo suelen terminar agotados y desanimados.
Necesitamos emular como ejemplo la actitud del Apóstol Pablo, cuando vivió la experiencia de encontrarse con Jesús camino a Damasco, su primera respuesta fue de sumisión a la voluntad de Dios: Hechos 9:5-6 “El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer”. A partir de ese momento dejó de ser Saulo y se convirtió en Pablo uno de los mas fieles siervos del Señor.
Hoy mas que nunca la Iglesia de Cristo necesita obreros que trabajen con la mies, siervos comprometidos que pongan a producir sus dones, no que los entierren, que seamos comprometidos con el Señor, que respondamos con responsabilidad y seriedad al compromiso de servir a Cristo. Dejemos ya las excusas, que nuestro sí sea sí, y nuestro no sea no (Santiago 5:12). Recuerda que para lograr esto necesitas llevar una vida de santidad, de buen testimonio, pues como miembro del cuerpo de Cristo tu vida afecta los demás.
Tenemos el reto de seguir el mejor ejemplo, al propio Jesucristo. El apóstol Juan fue claro al respecto cuando dijo: 1 Juan 2:6 "El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo".
Si hacemos esto, estoy más que seguro que al final de la carrera escucharemos de los propios labios del Salvador: Mateo 25:23: “Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”. Que Dios te bendiga.
Por Enoc Portillo
lunes, 28 de junio de 2010
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