Una vez más se celebra en casi todo el mundo, el conocido “Día de la Madre” y aunque muchas personas insisten en relacionar esta fecha con una manifestación comercial y llena de consumismo, en realidad debería significar para todos los que somos “hijos” una oportunidad justa y necesaria para honrar a ese ser tan especial que Dios nos otorgó a cada uno de nosotros en el día de nuestro nacimiento.
Fue Dios mismo, quien en su magnifica sabiduría decidió materializar un poco de ese “amor divino” propio de su persona y derramarlo en ese precioso envase conocido como nuestra Madre, porque si existe una persona que haga realidad ese pasaje bíblico de 1 Corintios 13:4-7 (“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.) es precisamente nuestra Mamá a través de quien conocimos ese amor tan especial.
Fue el plan de Dios escoger a algunas mujeres (no les ha concedido a todas este privilegió) para convertirlas en Madres, asignándoles una de las tareas más importantes que un ser humano pueda desempeñar: Ser las administradoras del hogar, de la familia. Una posición que las ennoblece, aunque en los últimos tiempos, a partir de la aparición de los movimientos feministas, lamentablemente pareciera más bien que esta responsabilidad las humillara, ya casi ninguna mujer le gusta que la llamen “Ama de Casa” y más bien esta tarea les hace sentir algo así como unas “sirvientas”. Pero en las Sagradas Escrituras se les otorga más bien virtud a las mujeres que asumen esta tarea de parte de Dios:
Proverbios 31:10-29 “Mujer ejemplar ¿dónde se hallará? ¡Es más valiosa que las piedras preciosas! Su esposo confía plenamente en ella y no necesita de ganancias mal habidas. Ella le es fuente de bien, no de mal, todos los días de su vida. Anda en busca de lana y de lino, y gustosa trabaja con sus manos. Es como los barcos mercantes, que traen de muy lejos su alimento. Se levanta de madrugada, da de comer a su familia y asigna tareas a sus criadas. Calcula el valor de un campo y lo compra; con sus ganancias planta un viñedo. Decidida se ciñe la cintura y se apresta para el trabajo. Se complace en la prosperidad de sus negocios, y no se apaga su lámpara en la noche. Con una mano sostiene el huso y con la otra tuerce el hilo. Tiende la mano al pobre, y con ella sostiene al necesitado. Si nieva, no tiene que preocuparse de su familia, pues todos están bien abrigados. Las colchas las cose ella misma, y se viste de púrpura y lino fino. Su esposo es respetado en la comunidad; ocupa un puesto entre las autoridades del lugar. Confecciona ropa de lino y la vende; provee cinturones a los comerciantes. Se reviste de fuerza y dignidad, y afronta segura el porvenir. Cuando habla, lo hace con sabiduría; cuando instruye, lo hace con amor. Está atenta a la marcha de su hogar, y el pan que come no es fruto del ocio. Sus hijos se levantan y la felicitan; también su esposo la alaba: «Muchas mujeres han realizado proezas, pero tú las superas a todas.»” (NVI)
Los hijos constituyen un verdadero tesoro que Dios nos concede como padres: Salmos 127:3: “He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre”. En ocasiones vemos a nuestros hijos mas como pertenencias que nosotros mismos creamos, y es por eso que muchas veces los queremos formar a nuestro gusto. Pero la realidad que nos presenta la Biblia es que nuestros hijos al igual que nosotros mismos pertenecemos a Dios, y por lo tanto ellos representan una especie de libro en blanco en los que nosotros podemos escribir el modelo de conducta según la voluntad del Señor: Deuteronomio 6:2 y 7 “para que temas a Jehová tu Dios, guardando todos sus estatutos y sus mandamientos que yo te mando, tú, tu hijo, y el hijo de tu hijo, todos los días de tu vida, para que tus días sean prolongados… y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes”.
Es por ello que una de las responsabilidades o tarea más significativa que Dios le otorga a una Madre para realizarla en conjunto con los padres, es la de preparar a sus hijos enseñándoles los principios de fe que les permitirán enfrentar la vida que tienen por delante caminando en la voluntad del Señor:
* Proverbios 1:8: “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu Madre”
* Proverbios 6:20: “Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, y no dejes la enseñanza de tu Madre”.
Esta labor de enseñanza comienza sirviendo de modelo, dando el ejemplo al vivir nuestras vidas apegadas a los caminos del Señor: Deuteronomio 4:9 “Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos”, ellos deben ver en nosotros los padres el amor que evidencia la presencia de Dios en el hogar, necesitamos estar accesibles para ellos, interactuando e involucrándonos con ellos en la vida diaria, criándolos en disciplina y orden: Efesios 6:4 “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor”. Enseñándoles el camino que deben seguir desde el punto de vista bíblico. Salmo 78:5-6 “El estableció testimonio en Jacob, y puso ley en Israel, la cual mandó a nuestros padres que la notificasen a sus hijos; para que lo sepa la generación venidera, y los hijos que nacerán; y los que se levantarán lo cuenten a sus hijos”.
La meta de la enseñanza que le imparten a los hijos los padres debe ser fijada en el hecho de que cuando estos crezcan sean unos buenos servidores de Dios, dedicando sus vidas a El, por lo tanto debemos esforzarnos en entrenar a nuestros niños, ayudándolos a desarrollar sus habilidades y a descubrir su potencial. Proverbios 22:6 “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Pero también debemos levantarlos en disciplina, inculcándoles el temor a Dios, mostrándoles sus límites de una manera consistente, amorosa y firme. Proverbios 13:24 “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige”.
Todo el ejemplo, la enseñanza, el sacrificio y amor incondicional que nos proveen nuestras mamás queda grabado en nuestro corazón para toda la vida, por lo que no hay mayor merito para una Madre que levantar a un hijo o hija que en el futuro resulte en un fiel siervo de Cristo, que sea un verdadero instrumento en las manos de Dios. En la Biblia conseguimos pruebas del trabajo que desempeñaron algunas madres que incluso algunas de ellas pasaron desapercibidas para la historia, y que lograron hijos ejemplares que Dios usó para su honra: el profeta Samuel, Daniel, David, José, Josué, Timoteo y sin ir muy lejos el mismo Jesús, quien desde su niñez tuvo su formación humana al lado de María. 2 Timoteo 1:5: “trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu Madre Eunice, y estoy seguro que en ti también”.
Personalmente le doy muchas gracias a Dios, por el trabajo que realizó en mi a través de mi mamá, ella supo inculcarme desde niño el temor a El, el obligarme a repetir un versículo de la Biblia cada noche, el de enseñarme a orar al Padre todos los días, y enseñarme a ser ordenado, honrado e integro son un reflejo en mi vida de lo que me dejó marcado mi mamá “Evita” y se que ella, en el reino de Dios donde ahora se encuentra se siente orgullosa de la labor que realizó por sus hijos. Dios la bendiga!!!
Por eso me uno hoy al homenaje que como todos los años le ofrecemos a las Madres, especialmente a las cristianas, por que son los medios a través de las cuales los hijos se transforman en verdaderos hijos de Dios, que reciban tola la Bendición del Señor y les de fortaleza para cumplir con esa gran responsabilidad. Para finalizar quisiera dejar un verso de la Biblia donde Ana, la madre de Samuel expresa desde sus entrañas su deseo para su hijo, esta frase debería convertirse en el lema de toda mamá:
1 Samuel 1:28 “Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová". Por Enoc Portillo
Feliz Día de las Madres!!!
sábado, 8 de mayo de 2010
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