Para algunas personas la vida militar evoca un compendio de emocionantes aventuras, a muchos incluso les entretienen las películas de militares y de guerras, pero a pesar de esto, la gran mayoría de los jóvenes les saca el cuerpo al alistamiento militar, y en épocas pasadas en algunas ocasiones durante el año no queríamos ni salir de la casa por el temor a que nos “reclutaran” y nos llevarán obligados a las filas militares. Y es que la vida militar nos parece interesante siempre y cuando la veamos desde lejos, pues la asociamos con una serie de elementos que culturalmente rechazamos: Primeramente todos sabemos que a los soldados los levantan muy temprano en la mañana y los obligan a cumplir con una serie de quehaceres desagradables: asearse rápidamente, arreglar sus camas y lucir impecables, comer cualquier cosa sin quejarse, realizar un entrenamiento físico que lleva nuestra resistencia a sus límites, vivir supeditado bajo las órdenes de un sin fin de “superiores” y por sobre todas las cosas obedecer una orden sin miramientos.
También se puede decir que todas las personas mentalmente estables rechazan la guerra, a nadie “le gusta”, aunque la mayoría la buscamos, debido al egoísmo natural de la raza humana, por defender lo nuestro somos capaces de enfrentar lo que sea. Cuando Dios planeó el universo, no pensó en las guerras, pues él es un Dios de Paz, por eso creó al mundo especialmente para que los humanos lo viviéramos en toda su extensión. Pero cuando ocurrió el fatídico encuentro de Eva con la “Serpiente”, una de las promesas que Satanás le aseguró al “comer” de la famosa fruta era que podrían conocer el Bien y el Mal: Génesis 3:5: “sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”.
Y lo que le ofreció la Serpiente a Eva se cumplió, a partir de la entrada del pecado en el mundo, la humanidad adquirió el conocimiento no solo del Bien, que ya sabía, pues mantenía una estrecha relación con Dios, sino que ahora le abría la entrada al conocimiento del mal. Este encuentro entre el bien y el mal generó entonces la batalla más cruenta, difícil e interminable que haya podido existir: La lucha diaria y constante entre el bien y el mal, el poder de Dios y su Reino contra los poderes de Satanás y sus huestes de maldad. Lo más resaltante de esta “guerra” es que se libra en el Plano Espiritual y el campo de batalla donde ocurren los enfrentamientos a diario es en la mente humana. Es una batalla por obtener el control y la supremacía del individuo a través de las ideas y los pensamientos.
Lamentablemente, no podemos escapar de esta guerra, aunque mucha gente trata de sacarle el cuerpo, al igual que pasa con las guerras físicas, se niegan a luchar, entonces son presa fácil del enemigo quien utiliza todo los medios a su disposición para dominarnos y neutralizarnos. Incluso desde que somos niños nos someten a una serie de ideas y pensamientos que nos inducen a creer que no existe Dios. Hasta el “proceso de Educación” Satanás lo aprovecha para colocar en nuestra mente un compendio de ideas “humanas” para aislarnos de nuestra verdadera realidad: que somos pecadores y que por lo tanto caminamos hacia la condenación de nuestras almas. A lo largo de nuestro crecimiento somos expuestos a las diferentes teorías diabólicas: Evolucionismo, Comunismo, Existencialismo, Humanismo, y todos los ismos que a la larga nos convencen de entregar nuestra voluntad a los caprichos de Satanás.
Aunque no nos guste, todos tenemos que participar en esta batalla, la gran mayoría en plan de “prisioneros” bajo la seducción del enemigo, 2 Timoteo 2:26: “…escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él”, otros en plan de lucha defendiendo a cada uno de los bandos.
Es por eso que precisamente Jesucristo desea “reclutarte”, sí, quiere sumarte a su ejército, para que luches a su lado, pues si no luchas con El, entonces estarás luchando contra El, no hay observadores imparciales en la batalla espiritual: Mateo 12:30: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama”. Te das cuenta, su Palabra nos enseña que tenemos que participar en esta guerra, solo que somos nosotros los que elegimos de que bando lucharemos.
Una de las mejores comparaciones que se le pueden hacer a la vida cristiana es con la Milicia, porque toda persona que se confiese como cristiano, en realidad es una especie de Soldado de Cristo, ya que nuestra realidad espiritual consiste en enfrentar esta guerra, que es continua, no tiene descanso, se libra a diario y en todo lugar.
Por esa razón, como cualquier combatiente requerimos de una preparación y entrenamiento que nos ayude a enfrentar con posibilidades de victoria a nuestro Enemigo. Démonos cuenta que a quien enfrentamos no es al vecino, ni al compañero de trabajo o de Estudio, ni a ese familiar que en ocasiones nos agrede, ni los políticos, ni ningún otro ser humano, nos enfrentamos a fuerzas poderosas cuya principal característica es que son “invisibles”, Efesios 6:12: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. ¿Te das cuenta por que es tan difícil enfrentarlos en solitario y sin las armas apropiadas?
Pero antes de que te atemorices ante lo impresionantes que resultan los enemigos a enfrentar en esta guerra, quiero que sepas lo que dice la Biblia: 1 Juan 4:4: “Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo”, refiriéndose a Cristo, además también nos asegura: Romanos 8:31: “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” y para completar esta confianza que tenemos en El, debemos emular al Salmista cuando con toda convicción decía: Salmos 27:3: “Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado”.
Entre los elementos que debe tener un soldado podría mencionar los siguientes:
- Madures, fíjate que la edad para alistarte en el ejercito son los 18 años, pues se requiere que hayan alcanzado una mente ya madura en algunos aspectos, es decir, no deberíamos ir a una guerra siendo “niños”, igual sucede en la vida espiritual, para dar una dura batalla no podemos seguir viviendo la etapa del tetero, sino que tenemos que haber madurado en la Palabra de Dios y en nuestra conducta como Cristianos.
- Resistencia, los soldados son sometidos a experiencias a veces extremas durante el ataque: sol, desiertos, lluvia, hambre, sed, heridas, maltratos, por esto son entrenados como a Rambo, para no sentir el dolor, ignorar el medio que los rodea y aún seguir adelante. Pues para lograr esto se nos dotó del Espíritu Santo, el cual nos prepara con algunos dones: Gálatas 5:22-23 “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”.
- Disciplina, para que un soldado llegue a ser efectivo en el campo de batalla, antes, tiene que adquirir una serie de hábitos y comportamientos. No resulta fácil lograr este aprendizaje, púes como mencioné al principio muchas de esas conductas nos resultarían desagradables a la mayoría, es por eso que para aprenderlas se requiere aplicar una rígida disciplina, como lo diríamos de manera popular, a veces es necesario adquirir las conductas militares “a palo limpio”, es decir, so pena de castigo físico. Proverbios 29:19: “El siervo no se corrige con palabras; porque entiende, mas no hace caso”. Muchos hijos de Dios conocen la Palabra, pero aun así no la obedecen, pues, solo son oidores, más no hacedores. Por esa razón el Señor tiene que aplicarnos disciplina y permitir que nos sucedan a veces cosas desagradables desde nuestro punto de vista para que aprendamos a vivir en santidad. Hebreos 12:6 “Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo”. Una vida disciplinada es una vida en santidad, donde las personas viven de manera espontánea en la voluntad de Dios en todas las áreas de la vida. De esta manera nos volvemos invencibles.
- Obediencia, es la base de la vida de un soldado. Una orden no es una opción, aunque resulte muy dura, el deber implica el cumplimiento de la misma. A veces nuestra vida como cristianos se limita solamente a cumplir con ciertos rituales religiosos y en los aspectos relevantes de nuestra vida y en la toma de decisiones importantes solemos dejar a Dios por fuera. Por eso la Palabra de Dios nos recuerda: 1 Samuel 15:22 “Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros”. Por esa razón, como buenos soldados de la fe, para nosotros lo más importante tiene que ser la obediencia a Cristo a través de su Palabra, así que como puedes deducir, es imprescindible que la conozcamos y la guardemos para enfrentar todos elementos que se oponen a nuestro deseo de seguir al Señor. 2 Corintios 10:5 “derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”.
- Entrenamiento Constante, que está relacionado con las acciones que tenemos que realizar diariamente para conservar una buena forma espiritual: ejercitar el sistema de comunicación: la oración sin cesar: que significa mantener contacto con Dios a cada momento, Buena alimentación: por medio de la Palabra de Dios: escudriñándola, lo que significa estudiarla con seriedad hasta memorizarla lo más posible, Ejercicios prácticos: llevar a cabo las obras que el Señor nos coloca para que andemos en ellas: Efesios 2:10 “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. Manejo del armamento: Recuerda que la Biblia es la única arma ofensiva para atacar a Satanás: Efesios 6:17 “Y tomad… la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios”. Tengamos muy en cuenta que tenemos que estar en buena forma “espiritual” para enfrentar tan peligrosos enemigos y solo lo lograremos con un buen entrenamiento basado en la obediencia a Dios. Santiago 4:7 “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”.
Y por último, como todo buen soldado debemos siempre portar el uniforme y el equipo (Efesios 6:13-17) necesario para estar preparados ya que no sabemos cuando recibiremos un ataque sorpresivo: Efesios 6:13 “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes”.
En conclusión, solo falta que decidas como vas a enfrentar esta batalla: ¿como prisionero o como soldado?, ¿En que bando te vas a alistar? Recuerda que Cristo espera por ti, en su ejercito estarás confiado: Éxodo 14:14 “Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos”. Ten en cuenta que no utilizaremos nuestras propias fuerzas en la pelea sino las fuerzas que vienen de El: Salmos 18:39 “Pues me ceñiste de fuerzas para la pelea; has humillado a mis enemigos debajo de mí”. Y las armas que usaremos son especiales para derrotar al enemigo: 2 Corintios 10:4 “porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas”.
Así que solo nos basta recibir el consejo que el Apóstol Pablo le escribió a unos de los combatientes más destacados: Timoteo. 1 Timoteo 6:12 “Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos”. Que Dios te bendiga.
Por Enoc Portillo
lunes, 17 de mayo de 2010
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